22 de octubre de 2012, lunes.

Hoy llovió y paró y salió el sol y volvió a llover durante todo el día. Con sol o no, llovió. Cayeron gotas gordas y finas.
En un cuaderno que había escondido intencionalmente, encontré una nota en las primeras hojas de un verano, donde escribí que deseaba hacer películas como las de Marie Menken. Simples, sinceras, sin ambiciones, bordeando lo amateur. Deseaba que fueran saludables como el agua, que no fumaran, que no tomaran, que no se drogaran, que no les pegaran a nadie, que no fueran a trabajar, que me ayudaran a curarme del asma. Es difícil: quiero hacer películas que transmitan una sensación parecida a la de descansar en otra persona. Muy difícil: quiero conocer a esa otra persona.
Ahora, ya de noche y en silencio, la lluvia paró pero el agua sigue corriendo. Como cuando baja desde lo más alto de una montaña y desemboca en un abismo, pero no para hundirse en la oscuridad sino para llenar todos los huecos y alcanzar la superficie.
Busco sus películas y elijo ver Notebook (1962-63) y aparece otra vez la coincidencia: la primera nota en su cuaderno dice Raindrops. También ahí llueve y para todo el tiempo. Filma sin gente (¿nadie se quiere mojar?), pero está rodeada de plantas, árboles, cisnes, lagunas, charcos. Agua sobre agua. Y la película se forma al ritmo de la lluvia: nos salpica fotogramas.
Me gusta que filme caminando y que frene a mirar una gota colgando al borde de una hoja. Y más me gusta que sea impaciente y que no espere a que la gota caiga por sí sola. Si no cae hay que empujarla, que la película corre y el tiempo también. Contemplar no sólo pasa por fijar la vista, también es dejarle comida al perro del vecino. No pasa por mirar una gota suspendida a punto de caer. También es empujarla y tirarla, y ver otra y después otra y empujar otra y así hasta aburrirse.
El resto de las piezas que integran estas notas, por sus títulos podrían ser las canciones de un disco:
Greek epiphany, Moonplay, Copycat, Paper cuts, Lights, Night-writing, The egg, Etcetcetc; y tampoco cuentan nada, son. Son desordenadas y a veces torpes y toscas, pero alegres; cumplen la misma función: divertirse con la luz, los fotogramas, los recortes, la luna y un estado de paz suprema.
Admiro mucho también su manera de difundirlas: antes de hacerlas públicas las proyectaba en su casa. Las hacía con y para sus amigos; al filmar pensaba en ellos y estaban destinadas principalmente a ellos. Después, en una sala y ante una audiencia un poco más amplia, si existía alguien más con ese espíritu receptivo entonces esas personas también eran amigos.

Sergio Subero