(2007, Super 8 intervenido,
color, música: Alan Courtis, 19 min.)
Hace un tiempo me regalaron una caja con varios carretes Super 8 de películas caseras pertenecientes a la misma familia.
Los primeros carretes, rotulados con fecha de principios de los años setenta, son registros de viajes por Europa de una joven pareja: París, Roma, Lisboa, Moscú, Madrid. Luego de algunos años, nacería una hija y después otra. Una morocha y otra rubia. Desde una pared de mi habitación, fui testigo de su crecimiento: las vi probando su primera comida, cómo cambiaban sus pañales, sus siestas al sol, sus primeros pasos en el campo, el primer día que fueron al jardín de infantes y los festejos de cumpleaños.
Con la llegada de estas nuevas integrantes intuyo que tuvieron que administrar de otra forma su economía familiar ya que los viajes se redujeron a distintas ciudades de Argentina: el Monumento a la Bandera en Rosario, un almuerzo a orillas del Río Paraná, las Cataratas del Iguazú, El Palmar de Entre Ríos, Las Ruinas de San Ignacio, veraneo en San Clemente del Tuyú.
El uso de la cámara, salvo en contadas excepciones, estaba a cargo del padre, que además de registrar las imágenes, describía mediante el audio todo lo relacionado a lo geográfico e histórico de los destinos visitados. Pocas veces le prestaba el micrófono a sus hijas que se lanzaban a contar anécdotas y a cantar y a bailar frente a la cámara.
Cuando terminé de ver todos los carretes, imaginé e intenté construir mentalmente esa historia familiar ajena. Más allá de lo que pudiera significar la apropiación de ese material físicamente, sentí la necesidad de crear un vínculo más estrecho con esos seres que ahora se me aparecían como fantasmas y que me pedían reconstruir mi historia personal a través de ellos. No sentí ninguna culpa por manipular un material que no fuese el mío.
A pesar de que me interesaba la idea de trabajar con material estático, con fotogramas, e imaginarme cómo podrían verse en movimiento, consideré que debía componer una estructura pintando el celuloide con colores diferentes combinados con la descomposición de la película.
El comienzo del proceso consistió en sumergir los rollos de película en agua mezclados con unas pocas gotas de otros productos: lavandina, acetona, limpia vidrios, etc. No sabía con precisión cómo actuarían sobre la película, pero sabía que la emulsión se iba a deteriorar. Cada uno de los rollos, ordenados cronológicamente, eran quitados de la mezcla en distintos períodos de tiempo: los primeros quedaron sumergidos menos tiempo que los siguientes con el propósito de prolongar en cada uno la acción y la progresión del deterioro. Esa diferencia entre un rollo y el siguiente determinaría la estructura que consiste en un crescendo acumulativo hasta alcanzar la mayor abstracción posible.
A lo largo de ese tiempo, desde el invierno hasta el verano, sólo tuve que encargarme de estar atento a la reacción del celuloide ante esos productos y decidir cuándo parar. El proceso no fue absolutamente azaroso ni totalmente controlable.
abc etc se divide en dos partes: la primera mitad funciona como una presentación de lo que pasará a continuación. Para esta introducción usé una tira de treinta centímetros de película, la guié manualmente por el sistema de arrastre de un proyector encendido, la detuve unos segundos ante la lámpara hasta que cada uno de los fotogramas se derritiera de manera diferente.
Uno de los rollos de la segunda parte sufrió un doblez desde el contorno hasta el centro -considerando que es un círculo- que resguardaría a la película de los efectos químicos, lo que hizo que quedara casi intacta. En cambio borraría todo lo que estuviera al descubierto de este doblez. Como consecuencia de esto, en la proyección, se generarían ciclos de tiempo que se van acortando gradualmente donde las personas aparecen y desaparecen y empiezan a fundirse con las manchas.
Alan Courtis, el músico más iluminado que conozco, compuso la banda sonora. A continuación explica su intervención:
A pesar de que me interesaba la idea de trabajar con material estático, con fotogramas, e imaginarme cómo podrían verse en movimiento, consideré que debía componer una estructura pintando el celuloide con colores diferentes combinados con la descomposición de la película.
El comienzo del proceso consistió en sumergir los rollos de película en agua mezclados con unas pocas gotas de otros productos: lavandina, acetona, limpia vidrios, etc. No sabía con precisión cómo actuarían sobre la película, pero sabía que la emulsión se iba a deteriorar. Cada uno de los rollos, ordenados cronológicamente, eran quitados de la mezcla en distintos períodos de tiempo: los primeros quedaron sumergidos menos tiempo que los siguientes con el propósito de prolongar en cada uno la acción y la progresión del deterioro. Esa diferencia entre un rollo y el siguiente determinaría la estructura que consiste en un crescendo acumulativo hasta alcanzar la mayor abstracción posible.
A lo largo de ese tiempo, desde el invierno hasta el verano, sólo tuve que encargarme de estar atento a la reacción del celuloide ante esos productos y decidir cuándo parar. El proceso no fue absolutamente azaroso ni totalmente controlable.
abc etc se divide en dos partes: la primera mitad funciona como una presentación de lo que pasará a continuación. Para esta introducción usé una tira de treinta centímetros de película, la guié manualmente por el sistema de arrastre de un proyector encendido, la detuve unos segundos ante la lámpara hasta que cada uno de los fotogramas se derritiera de manera diferente.
Uno de los rollos de la segunda parte sufrió un doblez desde el contorno hasta el centro -considerando que es un círculo- que resguardaría a la película de los efectos químicos, lo que hizo que quedara casi intacta. En cambio borraría todo lo que estuviera al descubierto de este doblez. Como consecuencia de esto, en la proyección, se generarían ciclos de tiempo que se van acortando gradualmente donde las personas aparecen y desaparecen y empiezan a fundirse con las manchas.
Alan Courtis, el músico más iluminado que conozco, compuso la banda sonora. A continuación explica su intervención:
Dos ideas principales rondan el audio de este cortometraje. Por un lado, trabajar la banda sonora con cierta autonomía respecto de las imágenes. En este sentido, el sonido no intenta seguir literalmente los movimientos de las imágenes, sino más bien proponer una rítmica propia que interactúe con el plano visual. Por eso la sincronización no está basada en movimientos particulares de la imagen, sino más bien en el fluir general de instancias sonoras que, a su manera, ayudan a delinear los distintos momentos del corto.
Por otro lado, contrastando con esta relativa autonomía, hay una convergencia basada en la idea de superposición. Es decir, tanto en la imagen como en el sonido, se van superponiendo varias capas de información que, por momentos, van haciendo irreconocibles las fuentes. Este es uno de los procedimientos centrales del corto y sucede de formas diferentes a nivel visual y sonoro, pero en ambos casos, produce una suerte de extrañamiento. Respecto del audio, hay cantidad de grabaciones procesadas que interactúan en distintos niveles, por eso la mezcla fue, tal vez, lo más difícil. En cualquier caso, sonido e imágenes terminan amalgamándose en ese crescendo final, del cual ya no hay retorno.
Sergio Subero.
*Texto publicado en Cine encontrado. ¿Qué es y adónde va el found footage? Buenos Aires: Bafici, 2010. Y en Dialéctica
en suspenso, Argentine Experimental Film & Video, Antennae, New York,
2011.