Sin título

Mariela encontró unas cajas con películas Super 8 en un departamento de Boulogne Sur Mer y Lavalle, en el barrio de Once, donde vivió su padre Gabriel sus últimos años.
Son registros familiares y de amigos que filmó durante las décadas de los setenta y los ochenta. En uno de esos rollos es verano y hay una calle de tierra en Ciudad Evita donde se ve a lo lejos a una nena acercándose. Es Mariela cargando una botella de Coca-Cola de vidrio entre sus brazos. Hay un señor (posiblemente su abuelo) esperándola sentado en el jardín delantero de la casa. Ella llega y antes de entregársela se apoya la botella en la frente. Me hizo acordar a una vecina de mi infancia que me decía: "Traeme un Jockey Club largo suave común y quedate con el vuelto".  Jockey-Club-largo-suave-común. Yo iba repitiendo esas palabras como si fueran un mantra para no olvidarlas en el camino. La primera vez que fumé un cigarrillo fue uno de esos que la vecina tiró por la mitad. Lo pité a escondidas hasta terminarlo.

En una de esas cajas de Gabriel, apareció un rollo en particular que me sorprendió. Era un carrete de treinta metros, de dos minutos de duración aproximadamente, con película expuesta, rotulada, raspada, quemada y pintada a mano sobre el soporte fílmico. Había que manipularla con cuidado porque estaba ondulada y demasiado frágil. Arreglé algunos empalmes y perforaciones y la proyecté en mi casa. Quedé fascinado por su mezcla de violencia y calidez. 
La base de la película era un registro familiar, quizás subexpuesto, quizás inservible para Gabriel que decidió transformarla en otra cosa. Al haber visto todo el archivo, con el tiempo siento que este rollo es una fuga de todo lo anterior, incluso de su pasado. Filmó a sus seres queridos para luego, muchos años después y en soledad, intervenir el material, no destruyéndolo sino dándole otra vida, otro movimiento. Además pude revisar cada fotograma a simple vista para entender mejor de qué se trataba. Hacia el final de la cinta está escrito su nombre, el año y una declaración que no se alcanzan a leer en la proyección por la velocidad en la que aparecen las letras: "Islas Malvinas, Gabriel Romano, 1982. Ana te amo".
Me pregunto qué habrá pensado su familia acerca de esta película. Quizás para ellos fue un ejercicio, un intento fallido de otra cosa.



















Agradezco a Mariela Romano, a su madre Ana y a Emiliano Cantore por donarme las películas.

Sergio Subero.